miércoles, 28 de septiembre de 2011

En el recuerdo Mario Grater.

Del Libro Centenario de J.J. Deverill
«Alguna vez, de labios de un socio, oímos presentar a Mario como ‘un símbolo del club’. Y nada más cierto que eso, porque nadie como él representó el espíritu del club. Ese conjunto de tradiciones, sentimientos, actitudes y valores que hace que Pacific sea lo que es.
Mario Grater, Presidente
Nacido en Barracas, cursó sus estudios en el Saint Andrew’s, cuando se encontraba en su vieja sede de la calle Ituzaingó, y llevó adelante luego una larga y exitosa carrera en Alpargatas, de  a que se retiró para poner su propia empresa, proveedora de lonas.
Llegó al club al finalizar el colegio, junto a sus padres y hermanos mayores, y desde su juventud intervino activamente en su administración y mejora.Mario jugó inicialmente al hockey, formando parte de los excelentes equipos del club en las décadas del 40’ y 50’, y luego del formidable equipo de veteranos de segunda división, que ganó el campeonato de su categoría cinco años seguidos. Pero Mario también fue un apasionado del rugby, al que jugó, según contaba, un solo partido representando al club. Sin embargo siempre ayudó e impulsó este deporte, y muchos nos acordamos del las pelotas de rugby que trajo de uno de sus viajes a Inglaterra, para que pudiéramos practicar con algo mejor que esos rígidos balones que usábamos, casi esféricos por el uso continuado y la pobre calidad del cuero. Jugó al tenis por muchos años, cuando el hockey le dijo basta, y fue uno de los mayores animadores de las bowls en nuestro club, a las que jugó con verdadero gusto. Un verdadero deportista, que nunca se alejó de los juegos. No solo participó durante décadas en la conducción del club, del que fue miembro de la Comisión Directiva, Vicepresidente y Presidente, sino que Presidió a la Federación Argentina de Bowls y representó al club ante la Unión Argentina de Rugby y ante la Asociación Argentina de Hockey. Asimismo presidió varias giras de hockey de damas y caballeros al exterior, las delegaciones a los primeros campeonatos mundiales de Bowls y participó en la recordada gira a las Islas Malvinas. Se casó con Alba «Negrita» Daly, a la que «importó» al club desde su Hurling original y siempre fue una figura querida y respetada, en el club y fuera de él. Participó durante muchos años, mientras su salud se lo permitió, de los almuerzos de veteranos de rugby, donde se había convertido en una persona querida como pocas. Cada vez que llegábamos a algún club, acompañando el equipo superior o para jugar a las bowls, la primer pregunta que recibíamosera «¿Y Mario? ¿Cómo está?». Junto a sus grandes amigos George Downes y Wray Middleton formó la inolvidable «asociación» de los Sacapuros, basada en las reglas inalterables de la amistad.
Conocía a todos los chicos del club, y estos lo conocían a él, a quien veían como la encarnación un pasado que tenía mucho que ver con ellos. Muchos los saludaban cariñosamente todos los fines de semana y a él nunca le importó interrumpir la conversación más entretenida para recibir el beso de un niño. A Mario le gustaba la música. De joven, junto a uno de los Bruce, hijo del pastor de la Iglesia San Andrés, y otros amigos formó la «Barracas’ Gang Band», con la que alegraban las reuniones del Colegio Saint Andrew’s. Allí tocaba el ukelele (una pequeña guitarra de origen hawaiano) o la armónica, y disfrutaba profundamente la música, sobre todo la de las décadas del 40 y 50. Durante muchos de los años en los que presidió el club permitió que todas las voces fueran escuchadas. Votaba por alguna moción solo en casos extraordinarios, estimulando las diferentes visiones como manera de aprovechar las capacidades de todos. Pero su opinión era siempre mesurada, y raramente lo escuchamos sostener una posición extrema. Tan solo cuando se trataba de algo que entendía como impropio o cuando implicaba una falta de lo que entendía como un código de valores invariable: el respeto a los demás, la deferencia hacia los invitados, la comprensión a los que estaban en una situación delicada o dolorosa. Mario fue un ejemplo para quienes los conocimos y fuimos sus amigos en el club. No pudo celebrar junto a todos los cien años de su club, ese club que en mucho contribuyó a desarrollar, pero estamos seguros que su espíritu, el espíritu del club, estará siempre presente con un brindis por el querido Pacific». El 6 de Abril de 2008, en la celebración del centenario,se le impuso el nombre de «Mario Grater» al salón principal del club en el cuál se llevan acabo las reuniones de la Comisión Directiva u otros agasajos. Nunca más justo el homenaje a quien tanto hizo por Pacific a lo largo de casi setenta años.

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